Anatomía y fisiología de la piel

A fin de entender el comportamiento de la piel, detectar los cambios y reequilibrarla cuando sea necesario, conviene conocer algunos aspectos básicos de la ciencia que le afecta. Si en el instituto te perdiste la clase de biología donde la explicaban, no te preocupes, hemos descartado la información superflua para centrarnos únicamente en lo que necesitas saber sobre el cuidado de la piel.

En este artículo profundizaremos en las principales estructuras, funciones y procesos de este órgano, el mayor de nuestro cuerpo.

Las capas de la piel

La piel está compuesta por tres capas principales. La hipodermis, también conocida como tejido subcutáneo, es la más profunda. Se trata de una capa de tejido graso que aísla el cuerpo de las temperaturas extremas y almacena energía (de hecho, el tejido subcutáneo contiene la mitad de la grasa corporal).Esta capa también contiene tejido conjuntivo flexible, que la ayuda a unirse a los músculos y huesos subyacentes.

La capa intermedia es la dermis, y se compone sobre todo de tejido conjuntivo denso para dotar a la piel de estructura. También contiene glándulas sebáceas y sudoríparas, folículos pilosos, nervios y vasos sanguíneos. La dermis contiene una proteína llamada colágeno, que contribuye a la flexibilidad y la resiliencia de la piel.

La epidermis es la capa exterior y la más fina de las tres. Además de regular la pérdida de agua transdérmica —que explicamos más detalladamente a continuación—, su función de barrera ayuda a blindar el cuerpo frente al calor y al frío, la radiación ultravioleta, la contaminación y los microorganismos patógenos que puedan causar enfermedades o infecciones.

La epidermis, de cerca

La mayoría de los productos para la piel están formulados con el fin de satisfacer las necesidades de la epidermis, la cual está compuesta por varias capas. Aquí nos centraremos principalmente en el estrato córneo y el manto hidrolipídico.

El estrato córneo

Se trata de la barrera principal de la piel y está compuesto por corneocitos (células muertas y planas compuestas en gran parte por la proteína queratina) integrados en una matriz lipídica. Podemos visualizar mejor la estructura si nos imaginamos una pared de ladrillo: los corneocitos serían los ladrillos y los lípidos, la argamasa. Esta configuración confiere al estrato córneo sus excelentes propiedades como barrera.

Las células formadas en las capas más internas de la epidermis se desplazan hacia arriba —o hacia fuera— hasta alcanzar el estrato córneo, momento en el que se expulsan las células muertas en un proceso denominado descamación.

El manto hidrolipídico

Está compuesto por agua, sudor y sebo rico en lípidos, y actúa como barrera externa. Aunque a simple vista es invisible, cubre toda la superficie de la piel, como una especie de guardián del estrato córneo que lo protege frente a las bacterias y otras sustancias exógenas. Además, ayuda a mantener la elasticidad de la piel al retener el agua.

El manto hidrolipídico puede verse afectado por el proceso biológico de envejecimiento o por una limpieza excesiva, por lo que es fundamental mantenerlo sano para reducir la pérdida de agua transepidérmica y mejorar la hidratación general de la piel.

Pérdida de agua transepidérmica

La piel está compuesta por más de un 70 por ciento de agua, una cifra que indica altos niveles de hidratación. Sin embargo, el cuerpo pierde hidratación constantemente a través de la pérdida de agua transepidérmica, que consiste en la evaporación del agua que hay en la superficie de la piel.

Se trata de un proceso natural regulado por el organismo que, sin embargo, puede verse afectado por factores ambientales y biológicos, los hábitos de cuidado de la piel y la nutrición, lo que explica por qué la sequedad y la deshidratación son problemas tan habituales.

Prevenir la pérdida de hidratación

Los entornos poco húmedos y la limpieza excesiva de la piel pueden provocar sequedad, descamación, irregularidades o un aspecto apagado, así como sensaciones incómodas de tirantez o picor.

Si estas manifestaciones se deben a la deshidratación, en Aesop abogamos por atajarlas desde dos frentes. Por un lado, las fórmulas ricas en ingredientes humectantes (que atraen agua hacia la superficie de la piel) y emolientes (que contribuyen a la función de barrera, lo que ayuda a prevenir la pérdida de agua) suavizan la piel y restablecen la hidratación. Beber una buena cantidad de agua a diario complementa el uso de productos para la piel.

Por último, se recomienda llevar una alimentación rica en ácidos grasos omega 3 para rehidratar la piel desde dentro. Aconsejamos alimentos como el aguacate, los frutos secos, las semillas de lino y pescado azul como la caballa, el salmón y el arenque.

Lessons from the lab
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