La naturaleza se mueve en ciclos. Ritmos. Patrones.
Se requiere cierta sabiduría para conocer los pasos de esta danza, para aprender el ritmo de los procesos naturales. Sentir cómo se suceden y dejar que fluyan a su ritmo, sin prisa, sin forzarlos.
Estar en sincronía con el ritmo de la naturaleza también es una fuente de placer. El placer de prestar atención. De participar en los sistemas antiguos. En el ritual.
Una manera de hacerlo es definir un régimen de cuidado de la piel que respete su proceso de renovación natural, que dura aproximadamente veintiocho días. Llevar a cabo este delicado y meditado plan para nuestra piel, que nos conecta de manera más profunda con su ritmo, es un gesto gratificante tanto para nuestro rostro como para nuestro día a día.